Ndareje (Río Lerma) - Leyendas

En el cielo de lo que hoy es el valle de Temascalcingo, en el Estado de México, una mañana de luz se vio sobrevolar un águila en cuyo pico se distinguía una gran serpiente. Unos pobladores del lugar llamados jñatjo admiraban el brillo y la belleza del ave, lo mismo que el ritmo de su vuelo.


-¿Qué trae esa ave en el pico, padre? 

-Una serpiente. 

-¡Y tú deberás mantenerte siempre lejos de ellas, si las encuentras en tu camino! -agrego su madre-.

- ¿Y si se tratara de una serpiente buena? -preguntó el niño.

-Pues si tu lo deseas, hijo, quizás se te conceda. 

-¡Pero no intentes averiguarlo, hijito! -insistió entonces la madre. 

-¡Mmmm! Yo quiero que esta sea buena y no nos haga ningún daño. 

-Pues concéntrate en ese deseo, hijo -le recomendó su padre-.

- ¡De todos modos -insistió la madre-, no te acerques ni a esta serpiente, si el águila llega a posarse por aquí y a soltarla, ni te acerques nunca a ninguna otra, hijo!

Jñatjo significa "los que hablan o existen". Tiempo después pasarían a llamarse mazahuas, cuando llegaron a ser reconocidos ya como dueños de los venados de la región. Los jñatjo de esta historia estaban muy contentos porque el águila pudo llegar a posarse en su tierra, debido a que los otros pobladores del valle, los otomíes, no la habían atravesado con sus saetas. Porque "otomí" quería decir exactamente "flechador de pájaros", y bien que los otomíes del valle, de haberlo querido, hubieran podido hacerlo.

Pero también los hombres de esta tribu, que andaban cazando en el bosque, se habían maravillado ante la vista del águila que en su pico llevaba una extraña serpiente, al parecer más viva que si estuviese en libertad.

- ¡Espera, hermano! -le dijo el que parecía el jefe de los cazadores a otro, que había tensado su arco hacia el ave-. ¡Esa serpiente viva en el pico del águila puede ser un prodigio que debemos respetar! 

Como venía cansada de su largo vuelo, tanto los jñatjo como los otomíes pudieron ver que pronto el águila se quedó dormida sobre la gran piedra que había escogido para posarse. La serpiente, que resultó ser una impresionante víbora de cascabel, aprovechó esa situación para abandonar la boca del águila y descender hasta el terreno plano, en dirección contraria a los grupos humanos que la observaban.

-¡Mira, madre! ¬ exclamó el niño jñatjo ¬ ¡No quiere atacarnos ni a nosotros ni a los otomíes! ¡Es una serpiente buena! 

Una vez en la llanura, el ofidio comenzó a deslizarse por el suelo, moviéndose como es la costumbre de estos reptiles, pero describiendo, en su caso, curvas muy espaciosas.

A la potente luz del sol, el rastro que la serpiente iba dejando a través del valle era cada vez más amplio, brillaba como si fuese de agua. Y he ahí que de pronto fue de agua y los jñatjo y los otomíes fueron a comprobarlo.

- ¡El rastro de la serpiente es ahora un río! ¡Es el prodigio que esperábamos al observar que no venia muerta ni herida en el pico del águila -exclamó el jefe otomí.

- ¡Es el prodigio que tu deseabas que ocurriera, hijo, al desear que fuera esta una serpiente buena! -gritó el padre jñatjo.

- ¿Quieres decirme así, jefe jñatjo –preguntó con gesto desconfiado el jefe otomí-, que piensas que la serpiente se ha convertido en agua para ustedes? 

- ¡Eso es exactamente lo que quiero decirles a tí y a los tuyos, jefe otomí! Aunque, por lo que te hemos escuchado decir, al haber advertido que la serpiente no venia muerta ni herida en el pico del águila, también tú crees que ella ha obrado este prodigio para ustedes. 

Los dos jefes entendieron que la serpiente no había escogido a ninguna de las dos tribus en particular para prodigarse sobre ella, sino que había deseado hacerlas a las dos beneficiarias de su esencia convertida en agua.

Después de haber hecho sacrificios en las riberas, que de pronto habían comenzado a llenarse de una variada vegetación y a poblarse con muchas especies de pájaros cantores, los jñatjo y los otomíes trajeron todas sus pertenencias de donde las tenían, para levantar sus ciudades al amparo de aquellas grandes aguas, que llamaron Ndareje. Las tierras de las orillas pronto fueron las mas fértiles de cuantas los pobladores de antaño hubieran conocido, y de tal modo las dos comunidades comenzaron a experimentar un desarrollo signado por la alegría en el trabajo, en el intercambio de sus productos y en la convivencia.

Al fondo de este paisaje, poco a poco crecía la montaña que un día fue el águila y que los del lugar nombran hoy Ndaxini. Este nombre quiere decir "cabeza de águila", pues se sabe que en su centro permanece, aun dormida, el ave que aquella vez trajo la buena ventura desde el Cielo.

Actualmente, los hijos y los nietos de quienes esto presenciaron, siguen llevando ofrendas de flores, granos y frutas tanto a la montaña como al río, que hoy tiene el nombre de río Lerma.

Resumen:
Un águila aparece en el cielo de el valle donde los jñatjos cultivan la tierra y los otomís cazan. El ave trae en el pico una serpiente que se muestra viva y vigorosa a los ojos de los dos grupos humanos. Los dos interpretan el hecho como un prodigio, y dejan que el águila se asiente en una colina y deje libre a la serpiente. Ésta, para gusto del niño de la pareja de protagonistas jñatjos, que había deseado que la serpiente fuera buena y no mala (en cuyo caso su propio padre hubiera tenido que matarla), se convierte en agua y da lugar a la formación del río Lerma.

Comentario:
La imagen de un águila que tiene en el pico a una serpiente, semejante a la incluida en el mito que guió a los aztecas en su camino hacia la fundación de Tenochtitlán, se halla justificada nada menos que en la cotidianidad del campo mexicano. En efecto, no es extraña la referencia oral de un águila que lleva una serpiente en el pico. La variación, en la leyenda mazahua que aquí se presenta, estriba en que el ave no está devorando al reptil, como en el mito azteca. Debe tomarse en cuenta que los aztecas llegaron a la meseta del Anáhuac cuando ya los alrededores del lago de Texcoco estaban habitados por diversos pueblos. La concepción de ser devorada la serpiente por el águila es afín al espíritu guerrero de los nuevos inmigrantes al valle, que no sólo iban a someter ulteriormente a los pueblos de los alrededores del lago, sino que hubieron, además, de sobrevivir un tiempo alimentándose de las víboras del islote que les fue asignado y en el que habían encontrado, según su propia leyenda, la buscada señal para su establecimiento definitivo.

Necesariamente, en una leyenda como la del río Lerma la imagen inicial de marras, naturalista desde luego, debía ser pasiva, o pacífica, si se quiere, a modo de que su consecuencia al final del relato pudiera ser lógica y no antitética a ella.

En principio, dicha imagen pudiera sugerir una negación del símbolo azteca, que además de todo habría de devenir símbolo patrio. Pero a juicio del autor ya la simple existencia de tal imagen en la leyenda mazahua refuerza el carácter finalmente histórico del mito azteca.

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